La vejez despierta miedo. Se asocia a ella la idea del deterioro y la muerte. Este temor carente de "función realista" (2), opera en el sentido de negar – y por lo tanto mantener en el desconocimiento – el proceso evolutivo natural del sujeto humano. Algunos autores del Río de la Plata han analizado los prejuicios subyacentes, que sustentan las actitudes de distanciamiento y segregación que se desprenden de estas creencias.
No obstante la muerte, sigue silenciada en el discurso, y el tema – a nuestro parecer – es tratado por la filosofía, la religión y el arte, más que por la psicología y el psicoanálisis.
Este comportamiento es de algún modo ‘normal’ para nuestra cultura, donde el mito de la eterna juventud obtura la aceptación del paso del tiempo, que equivale a decir la vida misma. Asistimos a un bombardeo permanente de imágenes ‘acompañadas’ de palabras, instándonos a transformar el cuerpo en objeto de un culto obsesivo. Ser bellos, exitosos y siempre jóvenes es casi el paradigma de felicidad en nuestra vida cotidiana. Para Lipovetsky (3) se trata de "... una sociedad centrada en la expansión de las necesidades /.../ que re-ordena la producción y el consumo de masas bajo la ley de la obsolescencia, de la seducción y de la diversificación."
El ideal de perfección estética ha desplazado drásticamente a otros valores. No es absurdo que suceda, pues sabemos de los adelantos de la ciencia y la técnica, que posibilitaron el aumento de la esperanza de vida.
Esperanza y calidad de vida son nociones diferentes.
Hoy, es posible prolongar la vida y es un hecho notable, que la alta especialización de la ciencia plasmó. Pero cuando hablamos de la calidad se torna necesario identificar las distintas dimensiones y sentidos posibles. La expresión se crea asociada al concepto de calidad total en las empresas, vinculada a la obtención de un producto óptimo y se aplica en el ámbito del trabajo terapéutico. Nuestra tarea, que requiere de la permanente atención de la propia subjetividad en ocasión de la presencia del otro, necesita revisar estas nociones, muchas veces impuestas como principios generales de cualquier actividad. Con esto quiero significar la importancia del proceso en los diversos quehaceres.
Verdugo Alonso (4) cita algunos indicadores de la calidad de vida (USA, 1996), a saber: bienestar emocional, relaciones interpersonales, bienestar material, desarrollo personal, autodeterminación, inclusión social, derechos.
La OMS, asimismo, también propone indicadores estandarizados con el fin de evaluar las intervenciones que se definen con el objetivo de "mejorar la calidad de vida."
¿Cómo llenar de contenido cada uno de los aspectos mencionados? Y sobre todo ¿cómo considerarlos en función de nuestro contexto?
Me permití esta digresión para referirme a una expresión que tuve oportunidad de escuchar (5) y aludía la "calidad de muerte". El autor toma conciencia de sus propios temores y fantasías en torno a la muerte, para elaborar una modalidad de trabajo que permita afrontar y aceptar en las personas viejas esta experiencia inefable. Desde una concepción psicoanalítica analiza los distintos niveles de contacto que los niños y jóvenes tienen con la idea. Creo pertinente citar aquí un ejemplo compartido por él "... la pregunta de un hijo al padre al enterarse de la muerte del abuelo: - ¿Quién lo mató, papá?."
En la medida en que el morir ya no sucede en la propia casa, nos vamos despojando de la muerte natural como hecho cotidiano y entonces se asimila a la triste consecuencia de un acto violento, a lo dramático, o al resultado de la lucha de los ‘malos contra los buenos’ y viceversa.
La propia palabra está connotada de cierta opacidad, es una experiencia de la que no poseemos relato, está en el registro de "lo innombrable" (6), "Freud destacó el hecho de que nuestra muerte no nos es representable, frente a ella somos siempre espectadores." También afirmó que no existen diferencias entre la vivencia subjetiva del hombre primitivo y el actual, ya que para ambos este hecho es "inimaginable e irreal".
Para Khan (7) "la gente muere y está muerta. Pero la muerte es infinita. A la muerte se le han pintado los rasgos más macabros y extraños: no obstante la muerte está más allá de todo lo que se imagine. Los seres humanos no pueden imaginar lo que no ha estado en la experiencia vivida de nadie. Combinamos imágenes vivientes y declaramos que tienen el semblante de la muerte. No es así, son mentiras sobre el morir y la muerte elaboradas por los que viven. La muerte permanece silenciosa y perceptiblemente invisible. La espera* nos involucra con anuncios de la muerte, o por lo menos así lo pensamos."
¿Qué es el dolor?
El dolor es
la reacción que tenemos en respuesta a una muerte o pérdida. Este dolor puede
afectar nuestro cuerpo, mente, emociones y espíritu.
Las personas
pueden transmitir o demostrar el dolor que les provoca una pérdida de varias
maneras:
- Reacciones físicas: Pueden ser cambios en el apetito o el sueño, malestar estomacal, opresión en el pecho, llanto, músculos tensos, problemas para relajarse, poca energía, nerviosismo o problemas para concentrarse.
- Pensamientos frecuentes: Pueden ser recuerdos felices de la persona que falleció, preocupaciones o arrepentimientos, o pensamientos de cómo será la vida sin esa persona.
- Emociones fuertes: Por ejemplo: tristeza, enojo, culpa, desesperación, alivio, amor o esperanza.
- Reacciones espirituales: Una pérdida puede llevarnos a encontrar fuerza en la fe, a cuestionar creencias religiosas o a descubrir significados y conexiones espirituales.
Cuando las
personas tienen estas reacciones y emociones, se dice que están atravesando un
duelo.
El proceso de duelo
El dolor es
una reacción ante la pérdida, pero también es parte del duelo, que es
el proceso de superar la pérdida de la persona que falleció. El duelo es
un proceso sano que busca reconfortarnos, hacer que aceptemos la pérdida y
encontremos formas de adaptarnos.
Superar el
gran dolor de una pérdida no significa que uno se olvide de la persona que
falleció. El duelo sano consiste en encontrar la forma de recordar al ser
querido y adaptarnos a nuestra vida sin su presencia.
Las personas
suelen experimentar reacciones dolorosas como "olas" que van y
vienen. En ocasiones, cuando la pérdida es muy reciente, el dolor es muy
intenso. Pero algunas personas no sienten ese dolor de inmediato. Se sienten
paralizadas, en shock o niegan lo sucedido. Puede tomar tiempo aceptar la
realidad de que el ser querido se ha ido.
Ceremonias de duelo
Las
ceremonias, como los funerales y los homenajes, permiten a amigos y familiares
reunirse para apoyar y consolar a las personas más afectadas por la pérdida.
Estas actividades pueden ayudar a la gente a sobrellevar los primeros días
luego de la pérdida y a honrar la memoria de la persona que falleció.
Las personas
pueden pasar un tiempo hablando y compartiendo recuerdos sobre el ser querido.
Esto puede continuar por algunos días o semanas luego de la pérdida, mientras
los amigos y familiares traen comida, envían cartas o simplemente pasan a visitar.
En muchas
ocasiones, la gente expresa sus emociones durante este período, por ejemplo,
llorando. Pero algunas personas pueden estar tan paralizadas o abrumadas por la
muerte que no expresan sus sentimientos de inmediato, aunque la pérdida sea muy
dura. Hay quienes pueden sonreír o hablar con otras personas en un funeral como
si nada hubiera ocurrido, pero sin embargo, están tristes. Estar con otros que
también sufren la pérdida puede ser reconfortante, al recordarnos que algunas
cosas se mantendrán igual.
Cuando las
ceremonias finalizan, algunos pueden pensar que el dolor debería terminar
también. Pero a menudo el duelo apenas está comenzando. Las personas pueden
retomar sus actividades normales, pero les resulta difícil dedicarse con
entusiasmo a las cuestiones cotidianas. Aunque es posible que no hablen
demasiado sobre la pérdida, el proceso de duelo continúa.
Sentirse mejor
Si alguien
que conoces ha muerto, es normal tener sentimientos y preguntas por un tiempo.
También es normal comenzar a sentirse un poco mejor. Todo depende de cómo la
pérdida afecta tu vida.
Está bien
sentir dolor por algunos días, semanas o incluso más tiempo. La intensidad del
dolor que sientas puede estar relacionada con lo repentino o esperado de la
pérdida, o con cuán cercana sentías a la persona que falleció. Cada persona y
situación son diferentes.
Generalmente,
uno se va sintiendo mejor en forma gradual. A veces, puedes sentir que nunca te
recuperarás. El proceso de duelo lleva tiempo y, algunas veces, el dolor
puede volverse más intenso que otras.
A medida que
pasa el tiempo, las cosas que te recuerdan a la persona que falleció pueden
hacer que se intensifique tu dolor. En otras ocasiones, puedes sentir como que
el dolor está por detrás de tus actividades normales, y no constantemente en tu
mente.
Hacer cosas
que disfrutas o pasar tiempo con personas que te hacen bien puede ayudar a que
te sientas mejor. El duelo tiene su propio ritmo. Cada situación es diferente.
Cuánto dolor sientes o cuánto tiempo dura tu duelo no es un parámetro que mida
cuán importante fue para ti la persona que perdiste.
Superar el duelo en la tercera edad
En
contra de algunas creencias socialmente extendidas, la mayoría de los ancianos
son capaces de ajustarse al duelo y adaptarse a la viudez. En general, las
personas de edad avanzada han tenido que afrontar múltiples pérdidas a lo largo
de su vida y eso puede ayudarles a afrontar duelos posteriores.
El
bagaje vital acumulado, repleto de experiencias, aporta una forma de ser y de
estar frente a la vida que será determinante en la manera de afrontar y
elaborar una crisis tan profunda como es el duelo. Por este motivo, la forma en
que una persona mayor ha ido afrontando los diferentes retos de su vida será el
factor que le predisponga hacia la resolución satisfactoria del duelo sin
necesidad de ayuda, o bien hacia una complicación del mismo.
El duelo complicado en la vejez
A
través de nuestra práctica clínica, observamos que el duelo complicado en los
ancianos a menudo se da tras el fallecimiento del cónyuge. Esta pérdida puede
suponer en muchos casos el abandono de la ilusión de futuro, de vida y de
proyecto. Cuando el duelo se complica en ancianos, es frecuente que se instale
la tristeza constante, la ansiedad… reforzando aún más esa sensación de
desorientación vital y de descontrol.
Generalmente
este duelo se alarga mucho en el tiempo y se manifiestan ideas rígidas acerca
de la muerte, del futuro, de la vida en general, de la poca capacidad para
afrontarlo. Suelen aparecer sentimientos de culpa por continuar viviendo,
especialmente si el fallecido es un nieto joven o un hijo. Pero, incluso cuando
es el cónyuge el que fallece, la culpa suele aparecer, aumentando el dolor.
Además, el anciano en duelo se enfrenta a la sensación de soledad y de
inseguridad.
La atención terapéutica del duelo complicado
A
las generaciones de nuestros abuelos se les inculcó la no expresión de las
emociones como rasgo de fortaleza, así como no pedir ayuda y mucho menos a
acudir a un psicólogo. Sin embargo, el hecho de intentar mantener las emociones
que conlleva el duelo bajo control constante complica su elaboración.
En
lo relativo al tratamiento del duelo en personas mayores, es importante
localizar dónde hay un bloqueo, en qué tarea del duelo se ha quedado estancado
el paciente. Además, resulta fundamental fijar junto al doliente un objetivo
realista y acorde con la persona. No se puede forzar al paciente a conseguir
metas cuando decide que ése es su camino.
El
duelo se puede elaborar, pero debemos atender y respetar cada caso individual y
marcar los objetivos terapéuticos dentro del marco de referencia de la persona
que atendemos, olvidándonos de las generalidades o de los supuestos.
Evitar la sobreprotección del anciano
En
general suele darse una tendencia a infantilizar al anciano y, por lo tanto, a
subestimar las capacidades y recursos internos con los que puede afrontar la
elaboración de su duelo y adaptarse a la viudez. Desde esta visión de la
persona mayor, el entorno puede actuar sobreprotegiendo a la persona y, así,
bloquear su proceso al negarle la oportunidad de poner en marcha sus recursos.
Otra
idea errónea que está extendida socialmente -y que puede contribuir a complicar
el proceso- es que las personas mayores no superan los duelos. Esta idea deja a
la persona indefensa y paralizada frente al proceso.
Todas
estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han
sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente
de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda gratuita, no dude en consultar
nuestra página web:
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